Habían
transcurrido ocho años desde la reunión del último Congreso, tiempo durante el
cual se hicieron evidentes una serie de cambios mundiales en lo social,
político y cultural que afectaron la situación de las poblaciones indígenas de
América. La política desarrollista que caracterizó, en términos generales, a
esos años no repercutió en beneficios para los sectores marginados, lejos de
eso, incrementó la brecha entre el campo y la ciudad y fueron pocas las manos
que capitalizaron la riqueza. Treinta millones de indígenas, que al parecer del
director del Instituto Indigenista interamericano, habían comenzado a tomar
conciencia de sí mismos porque...,
trabajaron con admirable tenacidad en el despertar
de su conciencia étnica, en la búsqueda de soluciones propias para lograr el
derecho a la autodeterminación, a la igualdad y al respeto a los derechos
humanos, a participar plenamente en los beneficios del desarrollo. Esto dio
lugar al fortalecimiento de sus organizaciones y les permitió ganar mejor
espacio político en sus países [1].
En este Congreso se destacan varios
hechos significativos. Comienzan recomendando mantener relaciones más estrechas
con los gobiernos contratantes y las respectivas organizaciones indígenas e
indigenistas de los mismos países. Hacen obligatoria la inclusión de los
representantes indígenas, y sus designaciones deberán ser a partir de entonces
por los indígenas. En 1940 la citada inclusión era facultativa, pasaron
cuarenta años para llegar a esta situación. Los indígenas participaron por
primera vez, se desarrollaron foros paralelos a las actividades regulares del
Congreso donde se analizaron temas relativos a las tecnologías adecuadas,
movimientos indígenas, la necesidad de
un sistema de documentación indígena para América Latina, y una declaración
conjunta que será comentada posteriormente.
De igual manera este VIII Congreso
decide solicitar apoyo financiero a los países contratantes para poder cumplir
las funciones. Pero el más significativo de estos hechos fue el resultado del
diagnóstico mediante el cual reconocieron que el indigenismo tradicional había
sido una actitud intermitente y variable que había planteado de manera cíclica
la preservación o la integración indiscriminada de la población indígena, admitieron la erosión de las respectivas e
inadecuadas políticas empleadas hasta la
fecha, para afrontar el problema indígena. Tomaron conciencia de la propia visión defectuosa, al haber
concebido a los grupos indígenas como
“sobrevivencias o aberraciones de la evolución y la
cultura como un agregado de rasgos desconectados de la práctica social; por eso
las comunidades indígenas han sido vistas como pequeñas entidades
autocontenidas y aisladas y han sido objeto de medidas que han contribuido a
destruir las condiciones que garantizan su economía natural imposibilitando la
reproducción material de la población que se pretendía defender y de su
cultura,... [2]
Admitir
semejante error implica una expresión de madurez como institución, admitir de
igual forma que los tiempos estaban cambiando aceleradamente, y que los países
miembros cuya población indígena era más significativa debían tomar medidas,
porque la presión aumentaba donde los niveles de miseria anunciaban tendencia
evidente hacia la explosión social. Pero no sólo alcanzaron semejante nivel
sino que además trataron de admitir las causas de semejante situación al hecho
de:
“Que se ha
respondido sistemáticamente a los intereses de los grupos en el poder y por
ello, la mayoría de las veces, no ha beneficiado a los sectores indígenas.
(...) Que se ha seguido de cerca presiones y estrategias foráneas, (...) que
han impuesto soluciones extrañas y deculturativas (...) Que se ha caracterizado
por marginar de cualquier nivel de participación en la formulación y ejecución
de los programas, a los miembros interesados y sus organizaciones [3];
Además admitieron las consecuencias de
semejante situación al reconocer los resultados de los programas que durante
cuarenta años habían tenido como panacea del indigenismo:
de aquí se ha seguido el que tales programas se
conviertan frecuentemente en mecanismos de desmovilización y en estrategias
para controlar y reprimir el avance de los niveles de organización y de lucha
alcanzados por los indígenas. La utilización de los enunciados indigenistas
como recurso demagógico para alcanzar ciertas formas de apoyo político ha sido
frecuente [4].
Esta
actitud mostrada por los participantes de este Congreso VIII es la causa
esencial para señalarlo como un hito dentro de la evolución del indigenismo
integracionista. Aunque ellos pensaron que marcaría un hito en la historia
porque a la situación planteada
respondieron con el Plan Quinquenal de Acción
Indigenista Interamericano, el cual tuvo tal expectativa del éxito que
llegaron a anunciar al VIII Congreso por el significado de este plan como:
un hito fundamental para poner en acción planes y
programas eficaces, planes que tiendan a promover la transformación de las
condiciones de vida de las propias poblaciones indígenas en los programas que
les atañen y llevarse a cabo dentro de un contexto político como lo es el Plan
Quinquenal de Acción Indigenista Interamericano [5],...
Semejante
optimismo obedecía a la creencia
generalizada de que mediante a un plan articulado para el desarrollo económico
y un cambio superficial de orientación ideológica
basado en un
pluralismo social, y cultural cuyo principio es el trato igualitario por parte
del Estado a todas las personas que integran sus respectivas sociedades
nacionales, al mismo tiempo que reconociendo la diferencia de cada grupo étnico
dentro del mosaico social que constituyen las naciones indias del Continente[6] .
De manera tan sencilla pretendieron
enmendar los cuarenta años de errores, o la actualización de un modo de
proceder que acusaba su ineficiencia, adaptaban la acción indigenista a los
cambios que la historia le evidenciaba.
Un ejemplo elocuente del cambio de sentido de semejantes
reuniones al aparecer la presencia de indígenas en la Conferencia en ello lo
representa el documento fechado el 19 de noviembre de 1980, y firmado por
indígenas de México, Estados Unidos, Costa Rica, Bolivia y Venezuela,
asistentes al Foro convocado al mismo tiempo que el VIII Congreso Indigenista
Interamericano celebrado en Mérida de Yucatán, México, el cual titularon
Declaración India, donde exigieron a los gobiernos americanos
cinco puntos que resumimos: 1.- Respeto
a las políticas indias dentro de cada país americano en sus actividades de
propaganda, organización y movilización. 2.- Legalización de ese respeto
mediante el ordenamiento de leyes especiales de protección a los derechos
políticos de las poblaciones indias. 3.- Presencia permanente en cada país de
un representante del Secretario de Derechos Humanos de la Organización de las
Naciones Unidas, encargado exclusivamente de vigilar el cumplimiento de los derechos
políticos de las poblaciones indias. 4.- Reconocimiento a cada pueblo a ser
diferente, es decir a vivir de acuerdo a su propia cosmovisión, estilo de
trabajo y el derecho a educarse a sí mismo conforme a su propia filosofía y
método.
Culminaron el documento señalando que es tiempo que dejaran
de tratarlos como a menores de edad, objetos en disputa por gobiernos y
corrientes ideológicas, porque todos los conducían al etnocidio.
Ante tal realidad el VIII Congreso
recomendó abandonar el paternalismo impositivo y autoritario para poder
responder a los intereses de los indígenas. Reconocer y defender las bases
territoriales que aseguraran la reproducción material de las poblaciones
indígenas, con una orientación agraria, que es la manera de vida mayoritaria de
producción indígena, mediante la revisión de las leyes agrarias. Contar con
organizaciones indígenas autónomas e independientes. Promover el uso de las
lenguas nativas y por medios legales, su conservación. Y a los gobiernos que
utilizaran el pleno empleo de sus soberanía para asegurar...
el retiro de las agencias nacionales o extranjeras
que por su naturaleza o su práctica etnocidas estuvieron atentando contra las
culturas indígenas [7].
Esta
es una alusión al Instituto Lingüístico de Verano y a la misión evangélica
conocida como Nuevas Tribus. Los
influjos de los antropólogos de Barbados se hacen presentes en el VIII Congreso
Indigenista Interamericano.
Los años de 1984 y 1985 fueron años
difíciles para el indigenismo interamericano debido a la crisis económica
financiera, la cual tocó muy de cerca a las comunidades indígenas en virtud de
que los gobiernos disminuyeron sus inversiones en programas de desarrollo
social en este sector de la población.
El año de 1985 destaca logros
importantes en países como Argentina, Colombia, México, Nicaragua, El Salvador
y Brasil, sin que mencionaran logro alguno alcanzado en la relación con
Venezuela. Destacaron como mayor acontecimiento del año la celebración del IX
Congreso Indigenista Interamericano, porque:
“ Nunca en la historia del indigenismo hubo un
Congreso que cobijara tantos
participantes, la presencia de más de 700 observadores indígenas que hicieron
conocer sus puntos de vista en los foros, sobrepasó nuestras expectativas [8].
Los esfuerzos se orientaron
hacia el apoyo las aspiraciones de los pueblos indios que buscan alcanzar mejor
nivel de organización y especial énfasis en que
..., pueda tomarse en consideración los valiosos
aportes que ofrecen las culturas indígenas con su tecnología, con sus conocimientos
para afrontar y coadyuvar en las soluciones de la actual situación [9].
[1]
Oscar Arze Quintanilla, Discurso de presentación al VIII Congreso Indigenista
Interamericano, Mérida, México, 17 11 de 1980. AGDGSF,
MRE, Exp. 11.17.31
[2]
“Diagnóstico de los principales problemas que afectan a las poblaciones
indígenas y la proposición de principios que deben regir el indigenismo.”
Subcomisión 2 de la Comisión 1, VIII Congreso Indigenista Interamericano, AGDGSF,
MRE, Expediente 11.17.31 p. 18
[3]
“Diagnóstico de los principales problemas que afectan a las poblaciones
indígenas y la proposición de principios que deben regir el indigenismo.”
Subcomisión 2 de la Comisión 1, VIII Congreso Indigenista Interamericano, AGDGSF,
MRE, Expediente 11.17.31 p. 19
[5]
Oscar Arze Quintanilla, Discurso de presentación al VIII Congreso Indigenista
Interamericano, Mérida, México, 17 11 de 1980. AGDGSF,
MRE, Exp. 11.17.31
[6]
Oscar Arze Quintanilla, Discurso de presentación al VIII Congreso Indigenista
Interamericano, Mérida, México, 17 11 de 1980. AGDGSF,
MRE, Exp. 11.17.31
[8]
Instituto Indigenista Interamericano, Informe de las Actividades de las
Actividades durante el año 1985, p. 6
[9]
Instituto Indigenista Interamericano, Informe de las Actividades de las
Actividades durante el año 1985, p. 1